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Lima – Chaclla – Jicamarca

Esta es una ruta que teníamos pensado llevar a cabo desde hace muchos años. Nos habían impresionado los comentarios de Pedro Salazar en cuanto a las características y desafíos que presentaban los caminos de la misma, sobretodo, el descenso hacia Lima. De este modo, y casi sin dudar, nos enfocamos que esta ruta tenía que darse a conocer por las águilas de ProBike en la semana santa de 2015.

¡No vayan! ¡Hay mucha lluvia y huayco! ¡Es muy peligroso, pueden morir! Eran las frases que nos escribían en las redes sociales de forma constante con la finalidad de protegernos o desanimarnos por puro gusto. Pero no había vuelta atrás. Confiábamos que el Tata Inti limpiaría el camino y el cielo luego de que el Dios Kon y su lluvia destructora azotara Chosica y Santa Eulalia la semana anterior al viaje.

Día 1
Ocho guerreros a cargo del Águila – Comandante de ruta Marco Torres iniciaron el periplo desde el Campo de Marte rumbo a Huinco como primer destino. Carlos, Liz, Tom (desde Inglaterra), Edgar, Elizabeth, Abraham y Víctor completaban el cuadro de los elegidos. No hubo mucho que disfrutar en este primer día salvo el impacto de presenciar el resultado de los huaycos que cayeron en las poblaciones cercanas a Lima. Barro, centenares de pobladores, policías, autoridades y voluntarios trabajando en horario duro y parejo para recuperar la normalidad, se veía a lo largo de este segmento de poblado y carretera desde la Plaza Central de Chosica hasta el distrito de Santa Eulalia. A pesar de lo dantesco, los trabajos para dirigir el cauce llevados a cabo con anterioridad por diversas autoridades no permitieron que la naturaleza fuera tan despiadada como hace más de 30 años, con muertes superiores al millar. Llegamos a Huinco al finalizar la tarde. Conseguimos alojamiento de forma inmediata previa cena bien ganada.

Día 2
Despertamos temprano en Huinco, conversamos amenamente mientras alistábamos lo necesario para reiniciar el pedaleo. Algo bien claro en los ciclistas amantes de las montañas es la manera en que enfocan la vida. No importa el tema que se discuta ni la forma, siempre se llega a la misma conclusión. Quizá sea la conexión existente con lo natural lo que prevalece en las mentes y corazones lo que siempre conduce a ver lo social casi de la misma manera. Conversamos sobre Educación esa mañana y las coincidencias eran increíbles. Inclusive, hasta el mismo tipo de información que se manejaba sobre ello tenía las mismas fuentes. Estamos seguros que si conversábamos sobre Contabilidad o Política hubiera surgido una similitud. Puede que la convergencia mental no sea un mito y esto lo hace posible la pasión por las dos ruedas.

Un desayuno más parecido a un almuerzo suculento dio por terminada nuestra visita a Huinco. De aquí en adelante la influencia urbana iría perdiendo terreno y la presencia de lo natural se presentaría de forma cada vez más dominante. Tomándonos todo el tiempo del mundo, partimos alrededor de las 10 y media de la mañana. Los 1850 metros de altitud de Huinco irían aumentando paulatinamente hasta los 3440 metros en los que está ubicado el pueblo de Chaclla. Para acceder a este pueblo hay que ir en dirección al puente Autisha. Unos 500 metros antes de este puente hay un desvío casi imperceptible que lleve a un camino zigzagueante de nunca acabar. Este camino es el que nos llevaría al destino de nuestro segundo día de viaje. El verdor a lo largo de este camino es sorprendente y la vista mientras se asciende es extraordinaria. Un par de truenos llamaron nuestra atención y podíamos observar desde nuestra posición al poblado de San Pedro de Casta y más arriba parte de la meseta de Markahuasi cubriéndose de nubes amenazadoras de color pardo negruzco. Si el dios Kon (dios de la lluvia andino) se encontraba inquieto, era a esa zona donde estaba haciendo maña de dicha inquietud. Continuamos ascendiendo. Horas después notábamos como una densa masa de nubes similar a la observada sobre Markahuasi nos empezaba a rodear al punto de no permitirnos ver más allá de 10 metros de camino. La temperatura descendió considerablemente, la luz fue ahuyentada ligeramente y la sensación de que Kon se había percatado de nuestra presencia foránea fue a todas luces evidente. Afortunadamente teníamos de aliado al Tata Inti, compañero de las águilas. El cielo se despejo luego de un par de horas de amedrentador sigilo de parte de Kon, como brindándonos paso libre gracias a la intervención del astro rey. Como una bienvenida, el avistamiento de Markahuasi desde nuestra ubicación era espectacular. Toda la meseta fiel a la línea recta y con sus enormes piedras cual fortaleza dejaban perplejo a cualquiera. Finalizando la tarde llegamos a la plaza central de Chaclla. Un abrigador alojamiento y buena cena fueron el premio para la escalada a punta de puro pedal. El frío dio la bienvenida a los ocho jinetes y les concedió descanso abrigador.

Día 3
chaclla3Autoridades y pobladores en la Plaza Central de Chaclla en un brindis de risas, gritos y mucho licor anunciaban que la fiesta y procesión del día anterior por Viernes Santo estaban llegando a su fin. Aún se sentía en el aire el flujo etílico dejado por la celebración. Combinado con ritos ancestrales, la supervivencia de estos modos de expresión cultural son muy particulares e interesantes. Mujeres «armadas» con ramas y ortigas azotando a varones voluntarios para expiar los pecados no es algo que se pudiera conocer en las ciudades «modernas» como parte de la fiesta cristiana.

Gracias a las anfitrionas y sus acuciosos brebajes para el frío y la altura, la mancha brava de ciclistas reanudó su pedaleo hacia las alturas. Desde Chaclla y su plaza ubicada en los 3440 metros debíamos continuar ascendiendo hasta llegar al Abra Jicamarca (3880 msnm). Pasando el abra nos encontramos con una enorme pampa caracterizada por mucho pasto y avispas que no nos dejaron en paz durante esta primera parte del camino. Un pago a la tierra agradeciendo por el hasta ese momento camino seguro fue un aspecto justo y necesario. Pedimos una bajada sana y segura para todo el grupo. Fue una solicitud concedida ya que a partir del segundo abra cuyo nombre no obtuvimos inició un descenso largo y técnico que más parecía un reto de parte de la naturaleza para quien ose transitar por aquellos territorios ajenos a la «modernidad» y el «desarrollo» proveniente de las ciudades. Tierra fofa, lluvia, viento en contra, barro, cúmulo de piedras grandes a mitad del camino, grava, caídas de agua, hierba caprichosa y arena dispuesta en un serpenteo constante con curvas extremadamente cerradas exigían lo mejor del control de cada guerrero sobre caballo de metal.

chaclla2Lo sorprendente del camino sinuoso fue su paisaje. No lo habíamos imaginado de este modo. Pensábamos que la desolación iba a ser una continuación pero la Pachamama ha querido que en toda la parte alta de esta zona de Huarochirí la vida florezca y se desarrolle. Multitudinarias flores de todo color y tamaño, plantas de olor exquisito profundo y pastos eran abundantes. El disfrute visual era inconmensurable. Solo cuando los altímetros marcaban los 1500 metros y la costa se visualiza el escenario natural cambia abruptamente de verde a marrón claro. Una especie de corte como si fuera un castigo se plasma con las líneas de numerosas huellas de huayco como frontera limítrofe. Justo en este cambio repentino y pasando una curva un asno nos cierra el camino, cual guardián de la zona. Al principio lo observamos como un asno común pero al ir acercándonos notamos su extrema agresividad. Era un asno salvaje que quizá escapó de alguna finca o granja de las alturas. No tenía intenciones de alejarse del camino hasta que por fin decidió retirarse. Nos continuó observando desde lejos.

Los cauces dejados por dichos fenómenos desde hace cientos de años permanecen incólumes, como si se dejase dicho lo que nos va a pasar si tuviéramos el atrevimiento de querer «urbanizar» tal territorio enorme. Esta zona es conocida como Huaycoloro, una quebrada formada por incontables aluviones que han ido acumulando piedras y tierra año tras año. Debido a esta peculiaridad, la zona es inhabitable ya que es una trampa mortal. Un río del mismo nombre cuyo cauce es altamente perceptible permanece seco pero cada cierto tiempo, en época de lluvias fuertes, cobra vida y causa enormes perjuicios sobre las urbanizaciones de la parte baja de Jicamarca y Huachipa. Empresas mineras y de desechos han instalado sus centros de acumulación de desperdicios a lo largo del cauce de este río. Mientras continúabamos el descenso supimos que estábamos acercándonos a la «moderna» ciudad gracias a un olor nauseabundo que hizo irrespirable el aire. Dicho olor emanaba de un enorme relleno sanitario. Camiones de basura de todos los distritos entraban y salían de esta zona, esperando quizá que futuros huaycos se encarguen de cubrir el resultado de tanta tecnología y consumo. No sabíamos en ese momento si queríamos agradecer la vuelta a la ciudad. Las imágenes de los paisajes acumulados en nuestra memoria de viaje nos hacían dudar sobre que es lo que establece nuestra verdadera conexión: ¿lo urbano o lo natural? Solo nos damos cuenta que el corazón late con mayor fuerza y nos sentimos más auténticos cuando nos encontramos en escenarios que nos hablan por sí mismos. ¿Que nos dice una pared y cuanto nos habla un árbol?

Llegamos al cruce de Huachipa con los últimos minutos de luz, sedientos y hambrientos pero satisfechos por conocer otro lugar del planeta sobre nuestros queridos vehículos de dos ruedas, además de los mejores compañeros de ruta.

Gracias Marco Torres, líder de ruta. A nuestras águilas Liz, Elizabeth y Edgar. A nuestros grandes amigos Abraham, Víctor y Tom quien se lleva un grato recuerdo de Perú.

Larga vida al Águila!

Carlos Caballero Montero

Publicado en Rutas

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