La Semana Santa 2018 decidimos ir a trepar por la puna, atravesando la cordillera occidental de los andes peruanos hacia Nor Yauyos. Tremenda ruta, muy exigente y maravillosa, cruzando por la Represa de Yuracmayo hacia las dos abras sobre los 5 mil metros de altitud para luego llegar al Pueblo de Tanta donde fuimos recibidos como dioses. Luego empezaría el descenso hacia Lima recorriendo Vilca, Huancaya, Vitis, Magdalena, Pacarán, Lunahuaná y Cañete.
Iniciamos un miércoles en la noche anterior al Jueves Santo. Tomamos nuestro transporte desde el Campo de Marte del distrito de Jesús María rumbo al pueblo de Río Blanco. Por motivos del feriado largo, nos encontramos con una enorme retahíla de buses, Vans y automóviles particulares en toda la carretera central. Supuestamente debimos estar descargando las bicicletas alrededor de las tres de la mañana pero con la congestión no empezamos sino pasado las seis de la mañana.
Comenzamos la trepada no sin antes recibir toda la furia del clima y el terreno: lluvia, barro, neblina y finalmente nieve. Los atascos eran el común denominador de la ruta y más de uno pensaba claudicar. Seguimos avanzando cuanto pudimos a pesar de los obstáculos. Superamos el primer abra y en camino al siguiente cayó la noche. La forma en que estábamos recibiendo este primer día no fue el pensado. Nos vimos obligados a guarecernos en una construcción pétrea al lado del camino. Recurrimos a nuestras bolsas de dormir y felizmente accedimos a un descanso no sin antes llevar algo a nuestros estómagos.
Al día siguiente las cosas mejoraron. Era como si la Pachamama y el Apu Pariacaca hubieran confabulado el día anterior para saber si éramos dignos de acceder a la reserva y gozar de su espectáculo paisajístico. Un gratificante sol nos recibió en un regocijante abrazo de calor. Desde ahí todo fue disfrute. Treinta kilómetros más y arribamos al pueblo de Vilca. Un suculento desayuno, un pequeño descanso y nuevamente a tomar rumbo hacia Vilca. El paisaje a través del descenso fue de lo mejor.
Estando en Vilca nos topamos con el problema del alojamiento. Cada vez más gente conoce estos bellos lugares y desde la costa habían llegado copando toda habitación posible en las posadas y hotel local. Felizmente nuestras anteriores visitas a esta región nos ha permitido conocer amables personas que siempre nos harán un espacio. Fue satisfactorio vernos nuevamente con la señora de la posada que nos recibió años atrás. La alegría deslumbró en nuestros rostros al estar frente a frente una vez más.
Ya en el tercer día nos despedimos de Vilca no sin antes cumplir lo que la agenda nos definió: un paseo en bote por el río Cañete cerca a las caídas de agua que se forman en ésta época del añó. Fenomenal. Finalizando este corto periplo hidrológico partimos raudos en descenso hacia el pueblo de Magdalena, ubicado a casi 180 kilómetros de distancia. Se hacía interminable y el alivio al saber que llegamos fue un deleite para piernas, espalda baja y sobre todo, nalgas. Delicioso sueño.
El cuarto día no tuvo mayor detalle ya que llegados a la costa la comparativa es desigual. Nor Yauyos es uno de los más hermosos lugares de la sierra limeña. Deseamos que se conserve como tal.
Estamos satisfechos siempre de volver.
Crónica: Marco Torres, El «águila» Mack!