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Calango: La Ruta del Manzano

Calango es un notable pueblo de aproximadamente 700 habitantes ubicado a unos 24 kilómetros al este de Mala y a unos 75 kilómetros al sur de la ciudad capital. Se encuentra en la provincia de Cañete y es un lugar encantador, destacando principalmente por los huarangos y eucaliptos al lado de la trocha que conduce hacia este paraje. Se le conoce más que nada por ser sus tierras el lugar de mayor producción de la manzana delicia en esta parte de la costa y que fuera la sede, hace unos 30 años, del «boom» de esta especie. Actualmente su producción se ha diversificado pero su otrora prestigio aún es conservado y tomado en cuenta por lo benevolente de sus tierras para el cultivo de especies frutales.

Es una zona que tiene mucha historia que contarnos: zonas arqueológicas, platos típicos fenomenales, relatos de piedras ceremoniales preincas, acompañados de la tranquilidad y sensación de paz cada vez que nos vamos adentrando y poniendo dirección hacia el este y remontando el río.

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Abel disfrutando su manzana

Es así, que desde muy temprano mi hermano Jorge, Abel, Orlando y mi persona partimos entusiasmados con la invitación de nuestro amigo del pedal Aníbal Paredes, quien ya había realizado dicha ruta en repetidas ocasiones. No detallaremos los pormenores de la llegada a Mala pues esta parte del trayecto lo caracteriza la Panamericana Sur y no hay mucho que contar. Estando en Mala disfrutamos la sazón maleña tomando desayuno en un restaurante local. Bien alimentados y con nuestros cuerpos revitalizados emprendimos pedales hacia Calango tomando la vía afirmada que conducía a dicha localidad.

Nada más iniciado el camino hicimos buen grupo e interesantes tertulias con Jorge Jaúregui, quien se ganó el apelativo de «El Pánzer», merced a su erudición sobre el III Reich. Nuestro compañero del pedal Abel Alvarado encontró en el Pánzer a un buen compañero de discusiones en cuanto al tema. También conocimos a Sonia Espinoza, fiel guerrera sobre caballo de metal, la que dejaba absortó a quien fuera con su relato de supervivencia en el desierto de Paracas. De como perdió la dirección, de como fue quedándose sin luz y como poco a poco la oscuridad total y real fueron lo único existente. Cada detalle del relato hacía erizar la piel. No faltó la presencia de una entusiasta amiga de las rutas a punta de pedal, Roxy Vásquez. El disfrute de cada curva, cada kilómetro y cada metro de trocha llenaba de alegría su rostro. Estaba en su «elemento» y ello lo podíamos constatar con solo verla.

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Plaza de Armas de Calango

Nos dejábamos llevar por la línea del camino que se perdía en el horizonte o una curva, teniendo cuidado de no detenernos básicamente porque los ejércitos de mosquitos asesinos hacían mella sobre nuestras piernas si así lo hiciéramos. La cantidad de manzanos a un lado y otro de la vía era enorme. Un mar interminable de pigmentos rojo y verde nos acompañaron hasta bien llegados a Cortaviento (5 kilómetros antes de Calango), el puente de San Juan y el mismo Calango. Casi llegando al pueblo un agricultor nos refiere que la mayor parte de la producción la compra un supermercado de la capital y no solo eso, sino también pacaes, pepinos y pitajayas. Esta última fruta asemeja una pequeña piña de color naranja y amarillo muy intenso. Tiene pequeñas espinas por lo que hay que saborearla con cuidado, además de la enorme cantidad de semillitas negras que contiene. Nuestro amigo agricultor de apellido Landa nos regaló una gran provisión de manzanas enormes. Nos menciona que regalan todas las que pueden ya que los compradores solo las desean de un tamaño específico. Abel salió premiado pues se llevó la más grande que alguna vez tuvo en su vida.

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Chupe de Camarones, el premio de la ruta

Y así, llegamos a Calango con buen ritmo y a buena hora. Fotos de rigor en la plaza y al lado de la iglesia pero… la gente seguía con ganas de pedalear. Como buenos compañeros del pedal decidimos ir 6 kilómetros más allá, hasta La Capilla, un lugar donde existe una especie de gruta al pie de un cerro y en donde los viajeros que transitan acostumbran darse un alto para practicar su fé. Frente a este punto de encuentro hay un restaurante del mismo nombre: La Capilla. Aquí saboreamos una serie de platos deliciosos en base al camarón de esta parte del río Mala. Se hizo presente la Sopa Seca, el Chupe de Camarones, la Tortilla de Camarones, Carapulcra y un infaltable sorbo de vino de uva borgoña de la región. Inigualable!

Descansamos un buen rato, la deliciosa comida calangueña lo merecía, pues sería una ofensa gastronómica no darle su lugar al metabolismo para que procese tan exquisitas expresiones del arte culinario de esta parte del mapa peruano. Una vez recuperados, cruzamos el río por el puente que cruza el río Mala y emprendimos rápido retorno a Mala con la idea de que la penumbra no nos alcance. Un par de ponchaduras y la destrucción total del asiento de Orlando (tuvo que manejar sprinteando la mitad del camino de vuelta) nos retrasó de tal forma que la noche cayó en el valle de Mala. Felizmente la luna estuvo omnipresente y permitió ver con cierta facilidad. Arribamos a Mala a las 7 de la noche aproximadamente.

Esta es una ruta linda, ideal para todo tipo de ciclista. No es muy exigente y el paisaje en su recorrido es más que enaltecedor. Mala y la provincia de Cañete tienen en Calango un digno exponente de las riquezas de su tierra.

Carlos Caballero Montero
Co-Fundador y Administrador ProBike

Publicado en Rutas

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