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La Ruta de los Antiguos Guerreros Qolli

UN POCO DE HISTORIA.

Los Qolli fueron un pueblo que estuvo asentado entre los valles del río Mamaq (actual río Rímac) y el río Chillón. Este pueblo controlaba y poseía las extensas zonas de Komas y Karawayllu (actual Comas y Carabayllo), donde hasta el día de hoy pueden observarse sus legados monumentales, caso de la mal llamada «Fortaleza» de Collique, ubicada a la altura del kilómetro 16,5 de la Av. Túpac Amaru, distrito de Comas, ciudad de Lima.

Sí, ya diste cuenta que la localidad de Collique se debe al antiguo nombre de este casi olvidado pueblo, los Qolli. Políticamente conformaban un señorío, es decir, una especie de pequeña región-estado de relaciones no muy complejas y donde la estratificación social no mantenía brechas muy amplias a diferencia de estados teocráticos o militaristas como los Wari o Tiwanaku. Dicho sea de paso, los Qolli se desarrollaron luego de la debacle del Imperio Wari, acaecido (según varios historiadores) por la brutal invasión aymara, allá por los 1000 dec (después de la era común).

El señorío Qolli, gracias a su avanzada tecnología agrícola, tenía buenas relaciones comerciales con los Chancay en la costa norte y con los Ichmay en la costa sur. Fueron precisamente los Ichmay, el pueblo que impulsó el culto a Pachacámac, pero de ello comentaremos en otra publicación.

Si bien es cierto, la alta productividad de los Qolli les permitía consolidarse como un pequeño estado surgiente, era necesaria la expansión. Por tal hecho, siempre tenían disputas con los Qanta (actual Canta), ya que estos últimos controlaban el valle de Quivi (Quives), una rica extensión llena de plantaciones de coca, la planta sagrada. Poseer grandes almacenes de hojas de coca significaba intensificación del comercio, riqueza acumulada y rituales más significativos. Todo ello recaía en un mayor poder por parte del señorío. Qolli ambicionaba controlar ese valle (y lo llegó a hacer en reiteradas oportunidades). De esa ambición hubo una confrontación constante.

LOS PREPARATIVOS. 

Fortaleza de Collique
Fortaleza de Collique
Rumbo a La Ruta de los Antiguos Guerreros Qolli.
Rumbo a La Ruta de los Antiguos Guerreros Qolli.

Un domingo 2 de noviembre del año 2014, inspirados por el embate Qolli contra los Qanta, armamos una expedición que recordase esas gestas, siguiendo el camino que tomaba al asalto la parte baja del valle de Quivi.

Es así, que «armados» con nuestras piernas y nuestros caballos de metal, 25 bravos guerreros, apertrechados de hidratantes y comestibles para la larga travesía, partimos con dirección a Lima Norte para iniciar una pronta trepada por la actual Av. Revolución, atravesar el abra de la cresta de Collique, descender a la parte alta de Hurinhuanzu (actual Lurigancho) y volver a trepar rumbo al norte, hacia el nudo montañoso que nos aleja de la provincia de Lima y nos adentra a la provincia de Huarochirí.

De antemano sabíamos que nos podría tomar entre 6 a 8 horas completar el periplo, con unos cuantos kilómetros cargando la bicicleta y sin bodegas o postas cercanos. Teníamos bien claro el asunto logístico de la ruta (nos volvió expertos la ruta de Canta, Lachaqui y Santa Rosa de Quives) y no íbamos a dejar que esos elementos nos jugaran una mala pasada.

COMIENZA LA BATALLA. 

Ni bien comenzados los conatos de «batalla», tuvimos dos abatidos por la exigencia y dureza del camino. La pendiente de Collique los hizo leña. Prometieron volver para su revancha y los despedimos con los honores de caídos en trincheras.

En este primer ascenso, casi ocurre una desgracia. Jorge Cruz, empeñoso en las capturas fotográficas detiene su bicicleta al borde de un abismo y de pronto, la tierra cedió dejando sin soporte a la bici, cayendo cuesta abajo, arrastrando toda su humanidad. El grito de Elizabeth, su pareja, nos advirtió a los que estábamos cientos de metros más adelante.

Emprendiendo un veloz descenso a su rescate, observamos con el corazón en la boca, como Jorge iba cayendo, pero felizmente, no tomó velocidad, ya que la ladera de la montaña era principalmente tierra menuda. Si se hubiese tratado de tierra más compacta o piedras, el aumento de velocidad le habría quebrado varios huesos. Menos mal que se pudo detener, frenado por la misma tierra. No pasó de varios rasguños, un enorme susto y con su bicicleta metros más abajo, la cual rescatamos minutos después de prestarle auxilio. Jorge se llevó los 40 metros de caída más horrendos de su vida.

Zona donde cayó Jorge.
Zona donde cayó Jorge.
Jorge ya repuesto de la caída, junto a Elizabeth.
Jorge ya repuesto de la caída, junto a Elizabeth.

Nos repusimos del incidente, pues el impulso de la caballería de los jinetes de metal debía continuar. Terminamos la zona 6 de Collique y empilamos por la trocha en zig-zag que permite ver la Isla San Lorenzo desde su cumbre. Llegamos al abra que comunica con la provincia vecina de San Antonio de Huarochirí. Un alto para esperar a los rezagados y una vez agrupados, descendimos de forma vertiginosa hacia la parte alta de Hurinhuanzu (Lurigancho). Hecho ésto, nuevamente dirección al norte y volver al ascenso.

Previo al descenso, 3 de nuestros guerreros habían desistido. Ya contábamos con 5 bajas y ni siquiera estábamos al 20% de la ruta total. Quedábamos 20 jinetes.

EL ALMA DE LOS QOLLI. 

Los habitantes actuales de Hurinhuanzu observaban perplejos como una hilera de decididos amantes del vehículo de dos ruedas, transitaban hacia la cúspide, aún aquellos cuyas piernas les pedían detenerse. Pero a estas alturas, ya no había posibilidad de dar vuelta atrás. La ruta de los antiguos guerreros Qolli y el legado que dejaron sus almas en decenas de batallas nos conminaban a continuar.

Veíamos la urbe contaminante muy atrás. Ya no había asfalto ni casas puesto que nos habíamos internado y confundido en las montañas, nuestro verdadero hábitat. El olor a smog se iba disipando y poco a poco el cielo se empezaba a mostrar más azul que nunca.

El espíritu Qolli nos había puesto en modo «berzerk» cuando confrontamos el último kilómetro hacia la cumbre. Fue aquí que entendimos el desafío de este otrora gran pueblo. Con que rudeza y bravura ascendían, para bajar, algunos, entregados a su muerte y otros, disfrutando de la victoria y la toma del valle bajo de Quivi.

Imaginábamos esos cuantiosos ejércitos, ambiciosos por defender o recuperar los sembríos de coca, rodeando a las huestes Qanta en un afán orgulloso por obtener el preciado «oro psicoativo».

Hay un momento en la ruta en que todo tramo, camino o single trak deja de existir. Sin camino observable, ni huellas que lo refieran tímidamente, optamos por subir nuestras bicicletas al hombro y con esos 10 a 20 kilos de peso extra, emprendimos, paso a paso, una extenuante escalada sin mirar abajo (hacerlo hubiera significado una trastabillada fatal).

Imitando a los hombres y mujeres Qolli con lo pedregoso, y por ratos, resbaladizo de la escalada, asumimos su valentía, recordándolos en cada pisada y huella. En el ascenso, hallamos cientos de conchas-caracol distribuidas por todos lados, lo que nos llevó al cuestionamiento de si hace milenios los mares llegaban hasta esa zona o si bien, grupos humanos lo llevarían para realizar ofrendas a los apus.

Cada cierto tiempo, bajábamos la bici para recuperar fuerzas. Ese último kilómetro no parecía acabar nunca. Cuando ya se creía alcanzada la cumbre, aparecía otra metros más allá y la desazón nos visitaba. Aquí rondaba la clásica pregunta que muchas veces, un ciclista de montaña se plantea: «¿Qué hago aquí?» La respuesta como siempre, nunca llega en ese instante.

Como almas en pena trepaban los jinetes de caballos de metal.
Como almas en pena trepaban los jinetes de caballos de metal.
El ascenso a la cumbra fue extenuante.
El ascenso a la cumbra fue extenuante.

Después de mucho padecimiento, coronamos la cima a 1 371 metros sobre el nivel del mar. Los que llegaron primero se afanaban a apoyar a los que iban ascendiendo, proveyéndoles con fuerza de brazos. Fue notable esa ayuda física y moral. Ya todos reunidos en lo alto, hicimos un pago al Apu con la sagrada hoja de coca tal como se hiciera miles de años atrás. 

El Tata Inti (Padre Sol) se deleitaba viéndonos llegar como lo hicieron sus primeros hijos hace más de 1000 años. «Estos son mis herederos» se sentía decir. A lo lejos, los Apus Cerro Colorado y Cerro Cantería contemplaban orgullosos. El baño de radiante calor, cual protección y bendición, protegió a esos 20 amantes de las montañas en el descenso. No habría ningún incidente en lo que restaba de ruta.

¿Caracoles aquí? ¿En medio de la nada?
¿Caracoles aquí? ¿En medio de la nada?
Ceremonia con hojas de coca.
Ceremonia con hojas de coca.
Recibiendo la protección del Tata Inti.
Recibiendo la protección del Tata Inti.

EL DESCENSO. 

La ancha y fluída trocha desde la cima nos llevaría hasta la zona baja del antiguo valle de Quivi. El convite a la adrenalina no se hizo esperar. Frenar lo conveniente era suficiente para ese placer de sentir la velocidad y el sonido de los neumáticos golpeando las piedras y frotando bruscamente la tierra.

Nada ni nadie nos iba a quitar esos 16 kilómetros pendiente abajo hasta el portón que da la bienvenida al Centro Poblado Casinelli. Una bodega local fue tomada por asalto pues 20 sedientos ciclistas de montaña añoraban el líquido elemento. El vital H20 se había terminado en el último kilómetro antes de la cumbre.

Un agrupamiento final y ya estábamos todos juntos, con una sensación común: la satisfacción de lograr culminar una de las mejores rutas que se pueden realizar cerca a la ciudad capital.

Lo que vino luego ya no tenía punto de comparación pues la real diversión termina a la altura de la Hacienda Caballero. La vuelta al asfalto y la ruidosa ciudad no merece mayor comentario. Solo quedaba en nuestras mentes el deseo de tener más de esas experiencias.

¡Honor a los Qolli! ¡Honor a los ancestros que hicieron de estos valles un verdadero lugar donde vivir! Solo las bicicletas de montaña nos pueden llevar a repetir esas gestas en vínculo con los apus tutelares de nuestro país.

Publicado en Rutas

11 comentarios

    • ProBike

      Hola Ana. Disculpa la demora. Tuvimos la organización de una competencia encima y no había tiempo para sentarnos y revisar nuestra web. ¿Tu hijo ya ha tenido salidas en grupo? ¿Qué modalidad de ciclismo practica?

      • Randu

        Hola, me encantaría participar, como puedo hacer? Tiene algún costó? Me encanta manejar bicicleta, pero nunca tuve la oportunidad de salir en grupo, y me gustaría hacerlo ahora, tengo 30 años, y mis rutas siempre fueron, Jesús María – morro solar…

        • ProBike

          Hola. No tiene costo. Primero debemos terminar la emergencia sanitaria para poder convocar a público que pueda asistir a nuestras rutas. Por lo pronto, tu bicicleta debe estar en buen estado y con tus accesorios: casco, guantes, kit de herramientas, kit antipinchazos y buen estado físico.

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